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08 abril 2008

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22 enero 2008

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06 enero 2008

“La fiel audiencia es el componente más fecundo del programa”



Contento por volver a Córdoba, donde dice espera encontrar viejos amigos, el escritor y conductor proyectará el viernes en vivo junto a su equipo “La venganza será terrible”.


Quienes seguimos su voz en radio y sus palabras en los libros, sabemos que tiene la apariencia de una personalidad fuerte y modos porteños, que quizá chocan en un principio.

Sin embargo, desde el otro lado del teléfono suena tan humilde que desconcierta, negando a su vez tener un estilo porteño en su humor. Tal vez no hay que dar tantas vueltas para entenderlo, todo eso es lo que lo convierte en Alejandro Dolina.

Culminando un año de cambios (pasó de Continental a Radio 10, con todas las críticas que eso implicó), Alejandro Dolina vuelve después de algunos años a nuestra ciudad para transmitir en vivo “La venganza será terrible”, programa que ya lleva más de dos décadas al aire.

En la oportunidad estará acompañado por Gillespi y Gabriel Rolón, y el evento también será especial porque le da cierre al ciclo “Parlamento y sociedad”, organizado por los SRT.

En diálogo con LA MAÑANA, Dolina comentó que el programa este año fue muy bueno por la incorporación de dos comentaristas (Gillespi y Mactas), y que el cambio de emisora no le hizo perder público. “Yo también lo pensé, pero no sucedió”, comentó sincero.

Además, aseguró que «La venganza» no podría haber sobrevivido de no haber sido a la medianoche, ya que, según piensa, «el sol reduciría la verdadera dimensión del programa». Por último, adelantó dos proyectos: una obra teatral y un próximo libro.

- ¿Qué balance se podría hacer en este año de cambios?
- Fue un año muy bueno, pero no tanto por el cambio de emisora, -que no hizo más que incorporar riqueza técnica en realidad-, además mucha relación con las emisoras no tengo. Pero sí el programa estuvo enriquecido por la presencia de Gillespi y de Mactas que le han dado un entusiasmo nuevo. Nos han contagiado su propio entusiasmo a los que ya estábamos allí. Creo que el programa ha sido en general, y no lo digo yo sino también quienes lo escuchan están también de acuerdo, un año de mucha energía artística y mucha búsqueda de heterodoxia.

- ¿Pensaste que podría haber un cambio en el público?
- Sí, lo pensé, pero en general no sucedió. Desde luego que sí hay un pequeño aporte de cierto público que tienen todas las radios, no muy numeroso, al menos en nuestro caso. De gente que persigue la emisora por hábito, y por merced a seguir esa fidelidad nos pudo conocer a nosotros. Porque mucho en realidad nosotros no tenemos que ver con los tics creativos de la emisora.

- Parece que tu audiencia fiel te sigue a todos lados...

- Así parece ser. Ese sería el componente más fecundo del programa. Después, lo otros son curiosos que se agregan, que van y vienen. Pero hay otros que tiene el hábito, y como hay quienes siguen a Radio 10, también hay quienes siguen el programa.


La magia ocurre de noche

- ¿Creés que el programa no hubiera sido el mismo si no hubiese estado en ese horario?
- Estoy seguro que este programa no hubiera podido sostenerse en sus hábitos más intensos si hubiese cambiado de horario. Por ejemplo: en ciertos temas como ser la ausencia total de lo que se llama actualidad, los párrafos o incisos largos, todas esas no hubieran podido sostenerse en un programa al mediodía.

- Quizás el programa se disfruta de otra manera cuando se está recostado o relajado...

- Yo creo que el programa se disfruta estando presente más que nada, porque hay un componente teatral que el oyente se lo pierde o al menos lo disfruta de un modo anular. Pero también es cierto que a la noche se agrandan nuestras percepciones, a veces sobredimensionamos todo lo que oímos, cualquier relato banal nos parece un cuento fantástico, cualquier encono trivial nos parece un odio para toda la vida y cualquier pequeña atracción se nos espeja un gran amor. De manera que este programa, que no debe ser muy bueno, a la noche parece una gran cosa, y de día el sol lo reduciría a su verdadera dimensión.


Nuevas viejas ideas

- Supiste innovar en el modo de hacer radio, ¿creés que quizás no abundan las nuevas ideas en los medios de comunicación?
- No lo sé, yo no tengo el hábito de la televisión y la radio, pero algunos programas que yo escucho por casualidad me parecen que están bien. Hay un programa que se emite a la misma hora que La venganza, por Radio Mitre, que tiene también algunos ingredientes de datos históricos que, incluso, me parece mejor que el nuestro. Y desde luego están los programas de Larrea y Carrizo que siguen aportando su destreza y calidad. Desde luego que el contenido de las emisoras está dado por lo editorial, por lo que hay un contenido periodístico muy grande, tan grande que termina siendo enfático, en el sentido de que se repiten cosas tantas veces que parecen más importantes de lo que en realidad son. Porque si se transmiten 24 horas las mismas noticias, entonces algunas las vas a tener que repetir, y si a un asalto lo informás 14 veces, parece que hay una ola de asaltos cuando en realidad no es así.

- ¿Y la tele?
- No veo mucho, yo veo canal de cable y cine, pero eso no es televisión.


Porteño... hasta ahí

- Siempre se te calificó como alguien de modo y humor muy porteño, ¿hubo así mismo algún aporte del humor cordobés?
- Me gusta mucho el humor cordobés, pero igual yo no soy porteño y tampoco profeso la estética porteña del humor. Yo creo que tengo un acento y una forma de hablar que se remite a la Pampa Húmeda y no a la Ciudad de Buenos Aires. Creo que ese lugar tiene otra estética que es, en algunos casos, valiosas y en otras no tanto.

- ¿Te molesta que se te lo diga?
- No, al contrario, me parece fantástico. Yo vivo en Buenos Aires, lo elegí, pero simplemente no me veo igual a la entonación de los humoristas de la Ciudad de Buenos Aires.


Proyectos

- ¿Hay proyectos en cuanto a libros u otra cosa?
- En realidad hay dos cosas. La primera es una obra teatral que terminé el año pasado, y que todavía no estrené por problemas de salas. Es una obra que se llama «Smolensko 22», que es una dirección de Moscú, y como subtítulo tiene “Un tango en Moscú”. Es una obra teatral con música que transcurre en un departamento en la ciudad de Moscú en 1932 en medio del régimen stalinista. Aquellos departamentos eran ocupados por muchísimas personas y esto da lugar a que se parezca a un conventillo del sainete. Después de todo, esos departamentos moscovitas eran también conventillos donde se daba lugar a uniones de diversos personajes, y entreveros de historias. Pero debajo de todo eso está el tremendo régimen de Stalin y el tema central de la obra es como un enamorado, -en medio de un régimen tan duro y que tanto incide en los destinos de la gente-, es un enemigo del pueblo, es casi un traidor a la patria. Porque en un régimen tan colectivo este enamorado está preocupado por una situación individual.

Y en cuanto al libro todo está muy verde todavía, pero con suerte se va a convertir en una novela, pero recién estoy empezando a tirar tiros en la noche.


Fuente: M. Florencia Vercellone
http://www.lmcordoba.com.ar/2007/10/31/nota151274.html

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16 enero 2007

Entrevista Diario La Nación - 23-04-2006


Alejandro Dolina: "Hay una pulsión destructora en la ciudad"


El multifacético artista habla de un estado de indignación entre los porteños; también del humor, del taoísmo, de Borges y de la tortuosa profesión del escritor. Está a punto de viajar a Madrid para presentar su último libro que, dice, se le ha llenado de chinos


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En la biblioteca de Alejandro Dolina no faltan clásicos de Sartre, de Nietzsche, de Unamuno. Tampoco cuentos sobre duendes, ensayos de alquimia, libros de tangos o coplas de payador. Acaso permitan atisbar algo de este personaje tan complejo de definir, pero que su biografía acusa de músico, escritor, conductor de radio, actor, dramaturgo, experto jugador de bolita ("No era bueno", desmiente) y "flaco atorrante". Es un hombre alto, Dolina. Que habla de la tragedia de la vida y de su obsesión por la muerte y el amor en ese español florido y refinado, de dicción perfecta y palabra exacta, que ya es prácticamente una marca registrada en la medianoche de la radio. Pero él prefiere aclarar que no, que ése de la radio no es él, que en todo caso se identifica con aquel escritor atormentado que transpira cada sílaba de cada frase. "Tardo años en escribir cualquier pavada. El proceso de escribir es muy doloroso, bastante conflictivo, lleno de arrepentimientos y de regresos al punto cero", cuenta en su casa antigua de Núñez el autor de Bar del Infierno, el último de sus libros y, precisamente, el que él mismo presentará la semana próxima en Madrid. "Cada página de un libro tiene inevitablemente una gota de sangre que se pone en juego. Como actividad, claro que es mejor hacer radio. El proceso de escritura es doloroso y el de la radio, no. Yo cuando voy a la radio me encuentro con mis amigos, me divierto, la gente aplaude, me saludan... Cuando escribo, escribo solo y estoy lleno de frío. No me saludan los oyentes por teléfono diciendo ?qué lindos párrafos que le han salido´. La radio es algo liviano, lo otro te hace sufrir", explica Dolina con ese fatalismo cargado de humor que también ha convertido en sello propio. Aunque el humor, dice, es algo que le es cada vez más esquivo. Porque cada vez lo hace reír menos gente. Les Luthiers, algunas películas de Ben Stiller o Woody Allen y paremos de contar. "Aunque no sé si las películas de Woody Allen me hacen reír -se retracta-. Más bien me hacen sentir esa felicidad del halago que le hacen a la propia inteligencia". Y a continuación confiesa que está haciendo terapia, que habrá hecho cuatro veces en su vida, muy a pesar de sus reparos. "Yo no estoy seguro de que un señor se componga después de hablar durante 20 años sobre el abandono de que era objeto cuando chico". Y agrega: "Yo creo que debe de haber alguna superstición argentina vinculada con el psicoanálisis". -Si escribir te hace sufrir, ¿por qué escribís? -Porque es inevitable. El que escribe, escribe porque desea decirse, como decía Roland Barthes. Desea también que lo quieran. No lo hace porque le guste, o por pasatiempo, sino porque si no lo hiciera moriría. -En tu último libro hay una fuerte presencia del taoísmo y de la China. ¿A qué se debe? -Yo había tenido lecturas muy próximas al taoísmo y comencé a escribir algunos relatos con temas taoístas y al principio los había ambientado en Villa Urquiza. Pero de pronto me di cuenta de que esos relatos funcionaban notablemente mejor y evitaban explicaciones larguísimas si transcurrían en la China. Por ejemplo, hay un cuento en el que un señor vuelve de la guerra a su casa después de 30 años. El apenas si recordaba dónde quedaba su casa. Al final viene a saberse que volvió a un lugar equivocado, que ésa no era su casa, pero también se descubre que da lo mismo, que su vida hubiera sido igual en la casa verdadera. Esto quiere decir, en principio, que no hay ningún destino preferible a otro, que no tenemos tiempo de ser nadie. Pero para que eso funcionara bien la China era preferible. Y entonces se me llenó el libro de chinos. -¿Conocés China? -No. La China es tan lejana que me da un poco de miedo. Muchas veces pienso: "Y si voy, y en vez de encontrarme con ciudades deliciosas me encuentro con un Pekín lleno de oficinas de gobierno, burocrático y chato", digo, es muy lejos para equivocarse. No sólo es muy lejos sino que no hay nada más cerca. Ponele que no te guste Italia. Bueee, te vas a Suiza, yo qué sé. Yo lo consulto al chino de acá abajo, que tiene un supermercado, y él se niega a darme cualquier clase de información. Le digo cualquier cosa, por ejemplo, "wu", y le pregunto si quiere decir "no". El tipo me mira y no me dice ni sí ni no, no me da ninguna clase de explicación. Probablemente han recibido instrucciones en ese sentido para que nadie sepa el idioma sino ellos. A lo mejor este hombre ni siquiera es chino y finge, finge una chinez que le conviene a efectos comerciales. -Hablando de orientales, y dado que tanto tu programa como tus libros han alcanzado una extraordinaria difusión en Uruguay, ¿qué diferencias ves con el país vecino más allá de las que salieron a relucir ahora con el conflicto de las papeleras? -Yo creo que no es tan serio como parece y que se va a resolver. Con respecto a las diferencias, creo que en Montevideo la vida es más personal que en Buenos Aires. Buenos Aires ha crecido tanto que nos hemos despersonalizado un poco. En Montevideo las casas todavía tiene el nombre de su habitante: ?Pasé por lo de Fernández, y después me crucé a lo del Goyo´. Aquí yo no sé cómo se llama el tipo de enfrente. Y cuando digo el tipo de enfrente ni siquiera estoy hablando de un tipo, nótese que hay una casa de departamentos. Hay evidentemente unas relaciones interpersonales en Buenos Aires mucho más afantasmadas que las más fuertes y concretas que hay en Montevideo. Hay además un delicado provincianismo, un deseable provincianismo que nosotros hemos abandonado. -¿Tiene eso algo que ver con el cierre de los llamados bares históricos en Buenos Aires? -Sí, claro. En Montevideo ocurren mucho menos esas cosas. El porteño, en cambio, no siente ninguna relación con la historia de la ciudad en que vive, porque es un inquilino de la ciudad y no le importa cómo se llama el que duerme pasando esa pared. No sólo no le importa. Se entera de que hay un lugar que se llama el Británico cuando lo están por demoler. En Buenos Aires ocurre esto porque hay un divorcio entre el hombre y el lugar. ¿En qué barrio estamos ahora? ¿En Núñez? ¿Qué sentido tiene decirlo? ¿Hay alguna actividad común que hacemos en tanto que habitantes de Núñez? La respuesta es no. Entonces se va produciendo una degradación del sentimiento de pertenencia. Y por otra parte, la ciudad se torna un ente abstracto, no hay nada que se vea y se toque, todo es sustituible, como en el taoísmo. Tampoco quiero caer en la superstición de creer que toda demolición es una afrenta. No. A veces hay que dejar que las cosas se vayan. Pero volviendo a Buenos Aires noto que, en otras ciudades grandes como Córdoba o Rosario, vos las recorrés y hay una menor densidad de locos por kilómetro cuadrado, por ejemplo. Aquí, yo calculo un loco por cuadra, más o menos. Y cuando digo loco, no digo un tipo simpático y decidor. Digo un tipo que por ahí te mata. -¿Sentís que vivimos en una ciudad violenta? -Sí, pero, además, está instalada en Buenos Aires una pulsión negativa, una pulsión destructora, una pulsión de muerte y de indignación -a veces justificada, casi siempre no- que nos lleva a un estado de irreflexión total. Un estado en que nos consideramos impolutos de toda culpa y estamos tercerizando cualquier responsabilidad acerca de todo lo que nos pase. Cualquier desgracia debe ser atribuida inmediatamente a un funcionario, a una empresa, a alguna persona. Yo no digo que no haya gente que desde luego deba estar indignada, que fue estafada, despojada de sus ahorros, pero ya casi ejercemos una indignación automática ante cada cosa que nos cuentan. -¿El auge de la violencia entre jóvenes forma parte de esa pulsión destructora? -Sí. Entre tantas desdichas que esa pulsión mortal moviliza, está ese deseo de pelearse, de castigar al que aparece porque sí. Creo que es parte de esa misma sombra que nos lleva a destruir, qué sé yo, los sillones del Congreso, los vagones del ferrocarril, los vidrios de los bancos... Eso de que los chicos se agarren a piñas pasó siempre, con la diferencia de que antes no se morían. Hay ahora unos componentes patológicos que antes no existían. Y un fenómeno que ha venido a teñir todo de un mayor dramatismo y de una mayor sinrazón, que es la droga. Entonces, así como hay una destrucción que no tiene sentido, que no está explicada por ningún juego de presión, hay también crímenes que no están explicados por ningún juego de delito. No es que te asalté y vos no me quisiste dar la guita. Te asalté y, qué sé yo, me había tomado medio litro de sangajol, y entonces se me ocurrió que no venía mal pegarte un tiro. Y ese componente de sinrazón es imposible de calcular y es un elemento dramático relativamente nuevo. -Pasemos a un tema más alegre. Contanos qué recordás de Borges, ya que se sabe que lo conociste... -Que lo conocí a Borges supone una jactancia. Pude verlo, pude conversar con él en el 79, en Radio Rivadavia, cuando le concedió una serie de entrevistas a Antonio Carrizo y yo tenía permiso para entrar al estudio sólo porque era amigo de Antonio. Lo que pude observar es una mente extraordinariamente activa y rápida, contrariamente a las imitaciones que de él suelen hacer aquellos que no hubieran sostenido una carrera ni de 10 metros con Borges. Pero además pude conocer un Borges, yo diría cuidadosamente zafado, que recitaba versos zafados. Y después confesaba que era de San Lorenzo. "Yo soy de San Lorenzo, ¿sabe ? -decía-. Me han dicho que siempre pierde". Borges es el autor que más he leído, el que más me gusta y al que considero, más allá de mi gusto personal, el mejor de todos. Desgraciadamente, algunos se han complacido en hacer notar su odio por el peronismo, por el fútbol o por Gardel. Y yo creo que un poeta tiene derecho a ser juzgado por sus mejores versos. -Y vos, ¿cómo te inspirás para tus mejores obras? -La inspiración es compleja. De todos modos yo creo que hay por momentos algo exterior. En muchísimas ocasiones, el poeta, el escritor, recibe unas voces que no tiene dentro sino que están afuera. Las recibe de distintos modos. Me gusta lo que decía Robert Graves: él decía que la musa era la mujer amada. El amor es un fuerte motor y yo creo que facilita el paso a un estado de conciencia superior. Y después otra musa es la muerte. Después de todo escribimos porque nos vamos a morir. Si no nos fuéramos a morir, ¿qué sentido tendría inventar vidas? La muerte es el precio del amor. Y yo no estoy seguro de que preferiría una vida perpetua y sin amor. Por Teresa Bausili El perfil Estudios Nació en Baigorrita, provincia de Buenos Aires, y se crió en Caseros. Estudió Derecho, Letras, Historia y música. De todo un poco Ha publicado cuentos y notas en diferentes revistas, es autor de varias comedias musicales y desde 1985 ha sido conductor en radio y televisión. "La venganza será terrible", su programa de radio, figura primero en audiencia desde hace 15 años (desde hace uno transmite en vivo desde el Hotel Bauen). En 1988 publicó su primer libro, "Crónicas del Angel Gris"
Fuente: www.lanacion.com.ar/799632
Edición Impresa: Domingo 23 de abril de 2006



La nube de la duda


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